su semblante tendría la sombra,
de aquel sicario negro
que se llevó tu último aliento
Hay sangre que besa la tierra
y no hace más que ensuciarla.
Nombres que caen al olvido
como las hojas amarillas
de un almanaque viejo.
Pero los otros,
los heraldos rojos que nos envía el Cielo,
llevan una sangre fecunda
que germina un pueblo nuevo.
Fundan banderas de insomnio,
conquistan los corazones,
se enriendan en las sienes y en nuestras bocas.
Alzan un imperio de utopía en nuestros puños.
Heraldos que entregan su vida
en las barca fétida del odio
de los Carontes sin alma,
para que en esta tierra comprendamos
que la verdad
se firma con sangre compañero.-